sábado, 24 de diciembre de 2011

Otra Navidad

Estaba solo pero libre, solo pero él, solo en su calma de vivir; entonces sintió pena por los que necesitaban la Navidad para fingir su alegría.

Le gustaba la noche de la ciudad vestida de luciérnagas de colores. La Navidad traía el agridulce recuerdo de la infancia, mezcla de ilusión y decepción. Ese momento en que hay que sentirse feliz, compartir bondad, consumir regalos, comer turrón y, sobre todo, no estar solo. Pero él estaba solo. Era la primera Navidad sin su mujer. No se acordaba muy bien en ese momento si había muerto tras una misteriosa enfermedad o partió para un largo viaje o se fugó con un torero que quedó en paro tras clausurar las corridas. Tampoco le importaba mucho el por qué. Tan solo sentía que el transcurrir de su vida había cambiado de raíz. Cuando ella estaba le tranquilizaba el trajín diario en el hogar.

De hecho, eso era el hogar. Una presencia de alguien con quien compartir un cotidiano automático. Sobre todo porque una vez apagadas las cenizas de una antigua pasión las fricciones de convivencia apenas molestan. Y su mujer no era una señora chapada a la antigua, de esas siempre encima del marido, sino que era activa, le interesaban más cosas que a él, hacia amistades y concebía proyectos. Sí, decididamente le faltaba, no tanto como ella sino como ambiente climatizado. Le costó un tiempo acostumbrarse. Tal vez fuera por su solitario trabajo. Se había acogido a una ventajosa prejubilación en el banco y completaba su peculio como asesor financiero, pero con la crisis y la informatización de la Agencia Tributaria la gente no estaba para invertir ni defraudar, sólo intentaba mantener a flote sus ahorros. Pocos venían al despacho que montó en un rincón de su piso. Su consulta se solía hacer por internet, salvo cuando salía algún trabajillo medio legal. Aun así, entre la pensión y lo que caía del analfabetismo económico del personal, iba tirando para lo poco que gastaba.

¿Con quién lo iba a gastar? Porque no hay nada más triste que consumir solo. Y su único hermano había vuelto a emigrar a Alemania, como en los buenos tiempos del desarrollismo. No es que le fuera muy bien, pero había trabajo para profesionales que aceptaran cobrar menos por hacer más. La Merkel se lo había montado bien: o trabajas sin rechistar o te dejo sin euro y allá te las arregles. ¿Y quién era el guapo que volvía a la peseta? A él no le afectaba mucho, porque ya había ajustado su consumo a sus ingresos, cultivaba tomates y verduras en su terraza, recogía enseres por calles y mercados, participaba en redes de trueque y se había apuntado a una cooperativa de consumo. No le daba vergüenza porque había cantidad de gente que lo hacía. Pero la gente no se enrollaba. Hacían su cosa y se iban. Y los tomates se los plantaba él, los cuidaba él y se los comía él. En fin, que también transitaba solo por las sendas de la economía alternativa.

De modo que optó por formas más tradicionales de buscar compañía, o sea ligar. Apenas empezaba la sesentena y estaba de buen ver, gracias a que no bebía whisky y a los genes de su mamá. Incluso tenía pelo. Había una discoteca bien que se especializaba los jueves en maduritas y barrigones. Ahí fue un par de veces. La visión de abundantes carnestolendas jugando a jovencitas con mini junto a manadas de vejestorios rezumando Viagra le desanimó de entrada. Y de salida fue buscando alguna prostituta ocasional. Le sirvió como sexo breve, pero su problema no era el sexo. Sus necesidades eran ya limitadas y su excitación menguada por la amenaza del sida y la obligatoriedad del condón. Además, no hay nada más solitario que el sexo con prostitutas porque se trata de una doble soledad tarifada por macarras. Pensó en agencias matrimoniales pero en realidad él no se quería casar porque con lo que tenía le alcanzaba para él pero no para vete a saber quién que roncara a su lado. Decididamente, lo que se construye en muchos años es difícil de sustituir deprisa y corriendo.

Bueno, quedaban los amigos. Pero ¿cuáles? No había muchos y los realmente existentes pasaban su tiempo entre cónyuges de distintas épocas, nietos y oscuras actividades de las que nadie se entera. Le hubiera gustado tener a sus nietos cerca. Pero sus dos hijos vivían lejos, uno en Nueva York con su pareja gay, el otro con una desmesurada lechera danesa de donde emergieron con dificultad dos querubines rosados como cerditos que le decían cosas dulces pero ininteligibles cada vez que los visitaba en Aarhus. De modo que entre eso y el frio invernal prefería reunirse con ellos en el verano de la Costa Brava.

Tal era su sentimiento de abandono que pensó en animales domésticos. Le gustaban los perros pero estos animalitos se hacen tan dependientes de sus amos que rompe el corazón dejarlos un tiempo e incluso se pueden enfermar. Y él quería viajar de vez en cuando, era su última esperanza de conexión con el mundo. Le recomendaron gatos, animales auto-suficientes, inmunes a la afectividad. Pero nunca le gustaron los gatos, tal vez porque cuando era pequeño le arañó una gata zalamera. Y francamente depositar su necesidad de compañía en una tortuga le pareció excesivo.

Así que vivía solo y solo deambulaba por las calles festivas repletas de gentes afanadas en comprar regalos envueltos en sucedáneos de felicidad. No tenía a quién regalarle y nadie le regalaría. Se dio cuenta. Estaba verdaderamente solo, nadie en su entorno, solo con su soledad. Y de repente sintió una serenidad extraordinaria, una libertad ilimitada. Solo, sí, pero porque así quería estar. Solo porque no aceptaba simular la compañía. Solo porque no quería soportar discursos huecos, ni creer en promesas falsas. Solo porque era auténtico, era él, era una persona, no un monigote de papel de cartas, ni un familiar de deberes prescritos. Solo pero libre, solo pero él, solo en su calma de vivir.

Entonces sintió pena por quienes necesitaban la Navidad para fingir su alegría.
Fuentes:
Canción triste de Navidad
Canción triste de Navidad

1 comentario:

emecearte dijo...

Me encanto el cuento, me siento identificada con vos Luis, yo hice modificaciones en casa para tener a mi "Negrita" que la perdi hace un mes, Los aminales nos dan amor verdadero y el que no lo entienda asi tampoco lo quiero a mi lado!! Felicitaciones Amigo Luis. Te quiero!!!!!!